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martes, 30 de septiembre de 2008

El decálogo del jefe inútil

1. Sé que soy un inepto, pero también sé que mis superiores lo son tanto o más que yo.

2.
Siempre llevo la razón. No admito de mis subordinados que se cuestione lo que yo ordeno, por algo soy el jefe, y en este, mi cortijo, mando yo y a ser posible doy las órdenes 5 minutos antes de salir. De mis empleados detesto cualquier atisbo de idea brillante o preguntas de las que no me pueda salir. Aún así, soy consciente de que dependo de ellos.

3.
Soy un perro viejo, sé que los de arriba me valoran por mi antigüedad en la empresa y por no desvelar su incompetencia. Mi discurso anquilosado y arcaico no ha evolucionado un ápice a lo largo de mis años en la empresa.

4.
No tengo un expediente académico tan brillante como la mayoría de mis subordinados, pero tampoco no hace falta, me lo invento y punto. Nadie se ha dedicado a contrastarlo.

5.
Soy especialista en hacer la rosca a mis superiores o dueños de la empresa, algunos de los cuales son parientes o amigos míos que me auparon hasta el cargo y que por tanto nunca me cuestionarán porque sería ponerlos en evidencia. Me comporto con ellos de manera servil y aduladora. Para mi lucimiento personal piso a quién sea y me arrastro lo que haga falta y me la suda la imagen patética que ofrezco con ello a mis subordinados. Mi sueldo vale eso y más.

6.
Para mis subordinados mileuristas exijo un perfil de personal cualificado a muy cualificado. No obstante, temo que al final me puedan acabar haciendo sombra, por lo que siempre me los cargo y acabo rodeándome de gente mediocre a los que pueda humillar y maltratar para lucimiento propio.

7.
Me importa un rábano la eficiencia y la productividad en el trabajo y valoro los horarios flexibles en mis empleados, aquellos que no terminan hasta que no se haya acabado el trabajo y sin abonar un céntimo por horas extras.

8.
Soy un psicópata social. Siempre doy una imagen de estar cabreado y ocupado, me gusta cambiar drásticamente de opinión sin motivo aparente y estresar a los míos con "presuntas crisis" y exigirles vociferando soluciones imposibles el tipo “para ayer”.

9.
Vendo a mis superiores como propias, ideas de mis empleados, vampirizo cuantos informes recibo de ellos, les cambio una coma, los rubrico y me atribuyo sus méritos frente a mis superiores. No obstante, si algo sale mal sé desde un principio a quién cargarle el muerto. Engrandezco sus aciertos como míos y vapuleo mis equivocaciones como suyas.

10.
Nunca llego tarde ni me ausento del trabajo, sólo que tengo muchas reuniones de trabajo fuera de despacho.

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